seccio sindical d´UGT-Troll (SOT-UGT).
BLOC PARA LA DIFUSIÓN Y DISCUSIÓN DE TEMÁTICAS SINDICALES|-|-|-|-|-|-|-|..CORREO ELECTRÓNICO: sot.ugt@gmail.com "Todas las organizaciones que componen la UGT de Catalunya se comprometen a practicar entre sí la solidaridad moral y material, haciendo todos los esfuerzos y los sacrificios que las circunstancias permitan a fin de que los trabajadores no se vean obligados a ceder en las luchas que provoquen sus demandas. Los afiliados que sufran represalias por causa de la defensa de los intereses de la UGT de Catalunya serán atendidos por las organizacines a las que pertenezcan". Título VII. De la Solidaridad y su articulación, Artículo 25 de los Estatutos de la UGT de Catalunya. "El día que los proletarios de Cataluña figuren en la Unión General de Trabajadores, estarán de pésame todos los patronos de nuestro país, porque no podrán abusar como hasta aquí de aquéllos a quienes explotan". A los socialistas catalanes. Pablo Iglesias, El Socialista, 24/10/1925. Xarxa sindical

31 May, 2008

Con motivo del despido de uno de nuestros delegados en las bodegas Torres de Villafranca del Penedès, el compañero José Rodríguez, publicó un artículo en su blog personal sobre la persecución sindical a la que nos seguimos enfrentando todavía los sindicalistas. La colaboración, fechada en marzo no ha perdido actulidad, dado que la web de nuestro sindicato nos muestra cada día algún caso de algún compañero despedido por su compromiso con la UGT. Bodegas Torres, Miquel y Costas, Viena, y el culebrón sin fin de las empresas del grupo El Corte Ingés. Resulta difícil ver la entrevista realizada días atrás a Oscar López y no estremercerse por el calvario que pasan jornada a jornada nuestros compañeros/as que han osado enfrentarse a los/as abrazafarolas de Isidoro Álvarez. Por ello merece la pena detenerse a reflexionar en el compromiso de la lucha sindical. Para la mayoría de nosotros/as la opción sindical significa la renuncia a una carrera profesional dentro de la empresa. Sobre la ley no debería ser así pero sabemos que no llegaremos a más de lo que estamos ahora; aún así estamos mejor que muchos compañeros que no tienen asegurado ni su mera supervivencia profesional si se mantienen fieles a las coordenadas del sindicalismo de clase y no ceden. Así, parece de recibo cuestionarse una serie de cosas, en primer lugar: ¿se puede ser negociador en un contexto donde se le niega a un sindicalista su mera supervivencia física?. Parece claro que no. No se trata de alentar ese sindicalismo de piedra y silicona que connotaba Rodríguez, pero los establecimientos Viena o Torres o Litosplai parecen no dejar otro margen. Me refiero a que la acción sindical no es buena ni mala en sí misma, es decir, se define en función de la dinámica a la que debe enfrentarse. Resulta extemporéneo mostrarse moderado frente a un oponente que niega la mera razón de ser, de la misma manera que no se entendería la silicona y el maximalismo frente a una relación encauzada en la coparticipación sincera. El problema viene cuando toda una organización está volcada en una vocación de diáologo y de empatía con el contrario en una sociedad donde el oponente, a través de sus mil caras demuestra su desprecio y su odio por nosotros. Hay alguna de la afirmaciones de Rodríguez con las que no puedo estar de acuerdo. Me sorprende sobre todo, esa especie de atención a los propios empresarios sobre el hecho de que actitudes antisindicales abran la puerta a sindicatos más radicales y problemáticos. Esta afirmación tiene una cierta certeza pero una evidencia terrible, dado que sólo nos podríamos remitir a aquellos centros de trabajo donde, gracias a violencias antiguas, tuviéramos reconocida la capacidad negociadora y la oportunidad de participar y concertar. No se puede ser negociador y moderado con el empresario que no quiere negociar, ni siquiera reconocer como openente leal a los trabajadores. Como sindicato sería un grandísmo error esperar a que aparezca alguien de la CGT o por el estilo para que organice a los trabajadores. Lo que hace falta es que como organización sindical reconozcamos que la sociedad es compleja y que frente a un sector o una empresa con un convenio y una concertación fabulosa hay centeranes de empresarios a los que les gustaría vernos colgados del árbol más alto, por ello deberíamos actuar en consecuencia, dotando al sindicato de la mayor flexibilidad y moderación pero al mismo tiempo de la mayor dureza y firmeza posible. Fuera del sector público, los sectores con mayor organización sindical y capacidad de negociación son los que están afectados por la deslocalización y la crisis. Conforme cierran grandes empresas que han conocido grandes ciclos de luchas y huelgas, se articulan nuevas sectores económicos que evolucionan sobre representaciones sindicales débiles y sin capacidad de respuesta, un círculo vicioso que desincentiva la afiliación y alimenta la sobervia de los empresarios para tratar a los sindicalistas como escoria. Si no somos capaces de revertir esta tendencia histórica, nos esperan tiempos muy negros.

947 lectures

27 May, 2008

Hace dos viernes se presentó en el Tribunal Laboral de Catalunya un manifiesto firmado por los dos grandes sindicatos de Catalunya para solicitar un cambio de modelo productivo y la mejora de los salarios de los/as trabajadores/as. La importancia y la idoneidad de esta iniciativa viene radicada, sobre todo, por la expresión de una posición clara por parte del sindicalismo confederal catalán ahora que se empiezan a oir las primeras voces lastimeras de economistas y empresarios pidiendo una enésima vuelta de tuerca a la sociedad. Sin embargo, sorprende que ahora se ponga el énfasis en la cuestión salarial. No se aporta nada nuevo sobre el modelo económico catalano-español que ha sido analizado y criticado con justicia desde la vertiente sindical desde hace años. Por más que se venía avisando que un crecimiento como el que se tenía no podía sostenerse por mucho tiempo, no se ha podido evitar la premonición de que más dura iba a ser la caída. Pero lejos de los que podíamos pensar, en esta década prodigiosa ya fenecida, los aumentos salariales no han estado en las agendas sindicales y sin duda es un hecho que sorprende. Durante lo que llevamos de siglo (y milenio) ha prevalecido el análisis económico,-como si fueran las centrales sindicales a las que les correspondiera gobernar- incidiendo en políticas macroeconómicas y llegando a grandes pactos de concertación con los gobiernos de turno. Con la ventaja de los años vencidos, hemos visto pactos globales que no han servido para mucho: El Pacto para la internacionalización de la economía para Catalunya o la reforma laboral de 2006 para España no han generado un ciclo virtuoso pero la degradación de los salarios obreros sí han continuado su tranquila debacle iniciada una década atrás. Si tratara de dar una respuesta a esta paradoja quizás me decantaría por pensar que nuestros dirigentes sindicales se han comportado más como planificadores económicos que como dirigentes de personas que están muy alejadas de los centros de poder. Dejando de lado la evidencia lógica de no haber puesto en práctica una acción sindical más agresiva en términos salariales aprovechando la bonanza, el manifiesto unitario peca de varios defectos conceptuales: los empresarios (en general las personas) no cambian si las cosas van bien y/o nadie les obliga a ello. Aquí podríamos entrar en el viejo debate que ha alentado las querellas entre sociólogos e historiadores sobre las diferentes lógicas del desarrollo económico, pero la asignación eficiente de recursos se da en situaciones de escasez y no donde el capital está remunerado por demás. Muchos autores han reconocido en la presión sindical ese acicate por recomponer la tasa de beneficio del capital invertido. En este sentido no podría estar mayor desacuerdo con el manifiesto dado que una de las principales líneas económicas de los diferentes gobiernos ha sido la lucha antiinflacionista. El gobierno español ya no puede manipular los tipos de interés pero si puede poner en práctica la pura ortodoxia económica en cuanto al control del déficit público y la contención de la masa monetaria con la reducción de la deuda pública y la tesaurización de los excedentes generados por el superhábit de la seguridad social. De la misma manera sería irresponsable obviar que el otro camino de lucha contra la inflación ha sido la contención salarial y por este lado a fe que lo ha conseguido erosionando el poder adquisitivo de las clases populares. Para este fin el gobierno ha tenido el magnífico instrumento de la concertación social y desde los sindicatos no podemos olvidar que hemos firmado años tras año el AINC, acuerdo marco que nos ha constreñido en la negociación colectiva en márgenes salariales muy muy estrechos. Por lo tanto el problema no es que los gobiernos hayan fracasado en la lucha contra la inflación sino que han conseguido a través de las políticas de moderación salarial un trasvase de riqueza a sectores empresariales que no se lo merecían. Por otro lado, y para acabar, este manifiesto lanza al conjunto de la sociedad catalana una señal de impotencia. Me explico. No se puede hablar de las situaciones de pobreza y de precariedad en los sectores de la hotelería o del comercio, dependencia etc., como si la historia no fuera con nosotros/as, es decir, la situación de estos sectores tradicionales y de otros emergentes dentro del sector terciario es el resultado de un fracaso sindical en organizar a estos trabajadores. Por lo tanto haríamos mejor en buscar un nuevo paradigma organizativo en lugar de denunciar la precariedad a la ciudadanía o de demandar clemencia y ayuda al gobierno de turno por más amigo que sea. Así las cosas y sin abandonar el lenguaje bélico, la ofensiva por los salarios dignos parece más un aprestarse a preparar las trincheras por lo que tiene que venir del enemigo que una verdadera ofensiva para ocupar las posiciones contrarias. Y no va a ser poco. Como estrategia no está mal el lanzar el anzuelo muy lejos pues los representantes de la ortodoxia económica (de los empresarios) ya están pidiendo sacrificios a la sociedad. No es de extrañar que en cuanto vuelva a aparecer el déficit, cuando se dispare el paro, las patronales pidan de nuevo rebajas en las cotizaciones sociales, en los impuestos y el despido libre; por ello se tiene que plantar cara desde el movimiento sindical. Con lo poco que nos queda no podemos transigir, y haríamos bien en ir reforzando todo los que nos une a los dos sindicatos hermanos, dejando atrás lo que nos separa, por que hará falta una mano amiga –aunque sea de los compañeros/as de viaje- cuando las cosas se pongan todavía más negras.

762 lectures

7 May, 2008

El pasado 1º de mayo varios compañer@s del SOT-UGT estuvimos en la manifestación de Barcelona. Vamos a la mani siempre que podemos porque lo hemos hecho siempre y te vas encontrando con los compañeros de militancia que han ido tomando otros caminos pero con los que acabas coincidiendo siempre en esta fecha y otras puntuales, cuando a la derecha de siempre le da por cometer alguna barrabasada. Supongo que sucede que para muchos de nosotros el sindicalismo es la misma esencia de la vida y ya no sabemos distinguir lo uno de lo otro. No sólo la vida se constituye en una pasión estéril –al encuentro del gran hacedor de aforismos que fue Sartre- sino la pasión doblemente inútil por el sindicalismo que nos llena de un convencimiento claro en cuanto a las escasas posibilidades de éxito colectivo. El encuentro de la multitud sigue teniendo todavía un halo de secreto mágico en una radiante mañana primaveral, pero incita de seguida a una reacción de nostalgia por el paso inexorable de los años. Cuando empecé a ir a las manis del 1 de mayo por los primeros noventas, la asistencia era infinitamente mayor, empezaba antes y mucho más atrás para dar acomodo a una comitiva de decenas de miles de manifestantes; los veteranos de la década anterior ya contaban una letanía parecida en cuanto a las décadas precedentes. No nos tenemos que dejar impresionarnos por el pasado pero sí entiendo la necesidad de dar respuesta a una pregunta que se reformula y se presenta con una intensidad cada vez mayor: ¿No está en crisis la misma noción de sindicalismo de clase?. Nos debemos hacer esta pregunta si consideramos como cierta una contradicción que tiene carácter de irresoluble, es decir la creciente disociación entre capacidad de representación y capacidad de negociación, o traducido en términos más asequibles: capacidad de asegurar el nivel de cohesión y de reproducción de la clase social. Si se da una mirada general sobre lo que significa el primero de mayo, lo que ha quedado de ritual, la decreciente atención que se le presta desde los medios de comunicación no deja de ser sorprendente que nos encontremos en el mismo momento histórico con la mayor capacidad en términos de delegados/as electos/as y de afiliación. ¿Nos podemos dejar de preguntar sobre la contradicción de que sobre una masa de cien mil delegados entre los dos grandes sindicatos apenas se congregaran en las capitales catalanas poco más de cinco mil trabajadores? Ya no se trata ni de hablar de afiliados a los que se les supone un nexo de unión mucho más débil, sino a un ejército de delegados que ha pasado por todo un proceso de adhesión activa. No casan las cifras que quedan a los dos lados de la igualdad. No se entiende esa creciente disociación entre un mayor número de efectivos y un declive en la capacidad real de presentarse ante la sociedad rodeada del imaginario propio, y portando valores universales frente a un auditorio cada vez más menguado. A mi modo de ver, el 1 de mayo es el exponente primaveral de unas organizaciones sindicales que se siguen proclamando portadoras de unos valores universales incuestionables, pero que han perdido la capacidad hegemónica de aglutinar a los diferentes sectores sociales subalternos. En esencia todos los sindicatos de clase se siguen organizando como hace cien años, como si la globalización económica y la concentración del capital no hubieran existido; como si el sector secundario fuera el predominante con el fordismo intacto en economías cerradas, o como si la misma evolución económica no hubiera echo añicos la misma fuente de la capacidad obrera para organizar el monopolio en la oferta de trabajo. Las relaciones sociales que casi obligaban a la solidaridad material ( el gran taller fordista, el barrio, la huelga) han desaparecido y sólo queda el recuerdo indeleble para el que vivió la solidaridad entre trabajadores. Un lenguaje extraño para la generación de hoy, un lenguaje con características de jerga que es apercibido por la mayoría de trabajadores como el exponente de un grupo cerrado con perfíles corporativos que defiende y/o representa a un pequeño sector de trabajadores pero no al conjunto. Para ser fieles a los primeros de mayo sucesivos se impone una tarea primera en el ámbito del sindicalismo: la interpretación correcta del signo de los tiempos. Aquella organización que sepa aprehender las líneas de fuga que marcan la sociedad será la que se lleve el gato al agua y la que recuperará el favor (interesado) de los trabajadores; si ninguna organización sindical siente esta necesidad, no va a cambiar nada pero la clase trabajadora se desdibujará aún más dando la llave del gobierno a la derecha reaccionaria ( a la del racismo y la privatización) y completando el ciclo de trasbase de riqueza del trabajo al capital y la desarticulación del estado del bienestar. Nos encontramos en un momento de desconcierto y que debe de ser necesariamente de cambio. El ciclo del sindicalismo de ramo ha llegado a su fin (posiblemente con su maridaje con el sistema de comités de empresa), sin embargo no se vislumbra ninguna alternativa plausible. A nosotros/as nos pillará, vayan las cosas como vayan, trabajando por que de algún modo, esta apuesta tan firme y tan descorazonadora a la vez, de organizar y defender a los trabajadores ya ha decidido por nosotros. Y el año que viene volveremos a la manifestación del 1º de mayo porque la capacidad de indignación es la misma hoy que el día que asesinaron a los mártires de Chicago.

813 lectures